Hay dos formas comúnmente utilizadas para plantear la fe:
1) desde las alturas de Dios; 2) desde la necesidad humana.
- La Doctrina Divina o enseñanza religiosa nos relata y enseña, en base a libros y escritos, las grandes cuestiones de la Creación, los Hechos de un pueblo elegido por Dios, o las revelaciones de un profeta sobre asuntos celestiales. Lo Macro que conlleva a que el Hombre deba aceptar tal realidad divina sin otro propósito que someterse a su grandeza. Mucho de este contenido no siempre es bien comprendido, menos correctamente discernido, o bien es ampliamente estudiado y mecánicamente mentalizado. En frente a contradicciones y hasta claras contraposiciones: surge el dogma y la instigación a no intentar compenetrarse en los ‘misterios’. De este modo, las iglesias, grandes y pequeñas, instalan el Magisterio del Hombre, por lo general varones, que se eleva como autoridad representativa de una divinidad que parece impertérrita, inamovible y amarrada en estricto al Libro, y a la institucionalidad, o maestría humana. La fe, entonces, se ciñe al orden eclesiástico, a la formalidad ritual y al sentido de pertenencia religioso, en donde la curia o los pastores establecen reglas morales y modos de lealtad y obediencia. La medida para el creyente reside en su asistencia al culto, participación regular en sus actividades (rituales, sacramentales, de estudios, etc.) pago de ofrendas y aceptación incondicional a su pastor.
2) Surge, como contraparte, la religión de lo Humano como factor de fe, en donde las enseñanzas divinas se convierten en creencias negociables, por efecto el individuo espera de Dios y de sus santos, ángeles y vírgenes, un resultado para su necesidad, aspiración o bienestar. No interesa si se entiende o no lo complicado de la doctrina: se escucha y se asiente, pues lo vital es que esa divinidad conceda cuanto pedido y sea protección para la vida cotidiana en este mundo. Para acercar a Dios: éste es cada vez una persona similar al humano, y cada vez se va humanizando la idea de este Dios que debe servir al Hombre. Jesús es el varón más grande jamás existido, y sus palabras autentificándose cuan divinidad venida de Lo Alto, pasa a ser ignorada o interpretada en clave simbólica y siempre cercana a la realidad social o política. O de una moralidad bien alambicada que inventa el exegeta de turno. Lo central es el Hombre, y desde lo humano y lo mundano,
desde la ‘realidad concreta’ se toma lo divino y se lo pone en el piso, a la misma altura que el Hombre y su prevalencia. Si Dios no sirve al Hombre: entonces no sirve para nada. Y desde la centralidad humana, lo emocional pasa a constituir el cedazo por el cual se pasará la gracia de Dios, y lo laboral, y la salud, y el bienestar familiar, o las aspiraciones consideradas legítimas por el individuo o por la sociedad: conforman el entretejido de la fe del creyente: único juez y señor que determina si Dios es justo o no, en concordancia con favores recibidos. O, en la vereda contraria, se fomenta la pasividad y el sometimiento, en base a la teología del sufrimiento, como norma de fe que debe ser vista por Dios como suma humildad ante su grandeza y portento.
La combinación y mezcla de ambas formas suelen utilizarse como una forma ‘diferente’ de iglesia. También comprobamos las religiones que aterrizan con violencia y sectarismo en la política. Y la historia nos muestra a grandes religiones haciendo parte activa y muy interesada en la gestión del Poder en los sistemas profanos. Así como estructuras político-religiosas que alzan Estados y funcionan como catalizador y árbitros sociales. Esto último usa las alturas de Dios para autentificar su autoridad ‘designada’ o ‘heredada’, y echa mano abundantemente a lo Humano como factor fundamental de la fe.
Siglos y siglos de predominio cultural y religioso bajo estas dos maneras de enfocar la fe, han calado profundamente en el Hombre que busca a Dios para comprender la razón de su propia creación.
Si tomamos los pasajes de los Evangelios, y discernimos las cartas de Pablo, nos topamos con una realidad que podemos enfrentar de dos maneras: o aceptamos la palabra tal como está amplia y claramente expresada, o le damos una interpretación lo más humana y mundana posible para sostener la fe sobre parangones ‘racionales’. Siempre cabe el oportunismo fácil de autoproclamarse ‘cristianos’ sin nunca haber siquiera hojeado los Evangelios. Porque existe una categoría inferior en todo esto: el clientelismo.
Los Cristicos tomamos a Cristo por lo que Él dice que es: Dios. Y entendemos el rol Creador de esta divinidad en las palabras de Juan en sus primeros versículos. El Verbo es una identificación divina que se engrandece con otras: la calidad de Elohim que certifica en el Hecho de la Transfiguración. Aceptamos que este Verbo magnífico encarnó en Jesús, pero, como bien lo explica Pablo, el Cristo es antes de Jesús, lo fue durante Jesús y sigue siéndolo después de los Hechos de Salvación. Apocalipsis nos muestra a un Dios que es Rey de mundos y cabeza de un Orden que no es de este mundo y menos pertenece al sistema ínfimo de la mundanidad.
Esta altura y realidad del Cristo se nos presenta cercana mediante Jesús; mas, no hubo enseñanza de Jesús que desconociera o ignorara su calidad divina. Y nunca será lo mismo recibir enseñanzas e indicaciones de un ‘gran hombre’…pero humano al fin… que recibirla de un dios encarnado, de un Cristo en Jesús, en donde siempre el Cristo habla por Jesús, y nunca Jesús prescindió de su realidad divina.
Pablo nos entrega una clave: El Espíritu. El mismo Cristo nos devela: ‘oren al Padre en Espíritu porque Él ES Espíritu’. Y ya esa declaración nos lleva a nuestra Persona. ¿Debo intelectualizar a Dios? ¿Lo rebajaré a los sentidos y a lo emocional? ¿Lo colocaré como guardián de mi mundanidad? ¿Será algo útil para mis propósitos más básicos? ¿O soy yo quién debe ascender a la realidad de Cristo mediante Mi Persona?
Los Cristicos nos asumimos ‘Personas’ y no solamente ‘individuos’, porque entendemos que una Persona posee una base de dignidad que no permite manipular la realidad sino que descubrirla, entenderla y aplicarla con coherencia y objetividad. Y si Cristo nos declara que tenemos un Espíritu en grado de orar al Creador, entonces es mi deber de conciencia llegar a ese Espíritu que me vive. Y eso me lleva a dos máximas de sabiduría: ‘conocerse a sí mismo’ y ‘amarse a sí mismo’. Y ese ‘sí mismo’ debe ser algo completo e integral, y no parcial. Y eso me conduce a Discernir a Mi Persona: soy Carnal, soy Mental, soy Emocional…y Soy Espiritual. ¿Cómo debo conocer y descubrir a Mi Espíritu? ¿Cómo lo distingo de Mi Alma? ¿Cómo lo discierno en su calidad sin confundirlo con Mi Mente? ¿Cuál es el Orden?
Los Cristicos admitimos que lo prioritario es asumirnos PRIMERO ESPIRITUALES y luego Carnales. Y si somos ‘primero Espirituales’, entonces entramos en el Camino Espiritual y en las Prácticas Espirituales NO para armar otro tinglado religioso como los ya consabidos, ni para degradar a Dios a condiciones mundanas y humanas, sino que, precisamente, para NOSOTROS elevarnos hacia lo que Cristo nos enseña, para tomar conciencia de lo divino que vive el Hombre, y lograr la Fe que se haga Persona.
Los Cristicos enfrentamos la vida como un peregrinaje temporal que mira con certeza al momento del paso por la muerte, bajo la convicción de que Cristo nos induce al asegurar que: ‘todo quién crea en Él tendrá Vida…porque Él es La Resurrección y la vida’. Y bajo la develación de Pablo, en cuanto: ‘de Cuerpo Carnal obtendremos Cuerpo Espiritual. Y la sentencia: ‘por nuestros frutos seremos medidos’… nosotros, los Cristicos, ordenamos nuestra existencia no por reglas dictadas por leyes humanas, menos si son mundanas, sino que en congruencia con los propósitos de vida que nos permitan pasar por la muerte y no morir, y estar en la casa de Cristo en la Vida que no fenece.
Los Cristicos entendemos que el Mundo del cual Él saca a los suyos, es el sistema mundano que NO es del Reino de Dios. Y ‘estando en este mundo (Tierra) postulamos a no Ser del Mundo (sistema mundano). Y hemos comprobado que sostener una vida leal a este precepto requiere de Sabiduría y de Buen Discernimiento. Porque sin estos dos elementos de altura interior, fácil es caer en el fanatismo y en la nociva trampa de la secta alejada de toda realidad.
La Sabiduría, sabemos, proviene del Espíritu Santo, y es primordial entrar por el Camino Espiritual a las instancias de este Poder: y entre este Magisterio verdadero y nuestro Espíritu se conforma una instancia de Saber y de Información inimaginable y difícil de ser visitada por la mente artificial del mero conocimiento.
Asumimos Los Cristicos que es imprescindible la Disciplina Espiritual, y que nuestra fe se prueba en la perseverancia y en la templanza.
Sabemos que nuestro mayor escollo proviene del Ego, del Mundo, de los Deseos y de los Apegos. Y tenemos claro que los abismos se abren a nuestros pies por medio del Miedo y de la Duda.
Cristo nos abre una Salvación y un Camino hacia Lo Superior que no podemos soslayar. Seguir a Cristo significa que ninguna obra podré hacer según mi capricho o elección mundana o humana, sino que debo ‘Poner por Obra el Designio que el Padre ha colocado en Mi Espíritu’, pues de otro modo seriamos ‘hacedores de maldad’. Entonces, en mi Camino de Fe debo descubrir en Mi Espíritu ese designio o voluntad del Creador, y como Cristo sentencia que: ‘nadie llegará al Padre sino es por Mí’; entonces concluimos que será Cristo quién nos debe guiar en aras de hallar la Voluntad del Creador, y para que Cristo nos lo devele debemos hacer parte de ‘Los Suyos’. Y Pablo enseña: con el nuevo bautismo de Cristo nos hacemos sacerdotes de una nueva Ley. Lo que quiere decir que el nuevo sacerdocio no es institucional o al estilo del antiguo que fue abolido por los Hechos de Cristo, sino que es un sacerdocio que tiene por Sumo Sacerdote al Cristo, y cuyo Orden se rige por la Línea Perpetua de Melquisedec.
Los Cristicos postulamos a obtener ese Sacerdocio. Y una vez entrado en ese Orden: seguimos el Plan de Cristo para llegar al Padre.
¿Qué pasaría si alguien pusiera ese sacerdocio a merced y supeditado a lo humano e incluso a los aspectos mundanos de su interés individual?
Si el Ser Humano que se esmera en el Camino Espiritual Cristico logra entrar en las instancias del Sacerdocio bajo la Ley de Cristo, y desde su interior aplicara las formas eclesiásticas y fomentara lo que se explica en el punto 1, o rebajara la condición de esta consagración bajo las sombras de lo que se explica en el punto 2: ¿cómo llamaríamos a aquello?
Basta que un sujeto coloque a su Yo, a su Ego, a sus propósitos mundanos, emocionales, carnales, sociales o de autorrealización como factor determinante para medir al sacerdocio y a su Fe para que todo el Camino se venga abajo y descienda a los abismos.
Los Cristicos nos ‘hacemos nuevas Personas’ cumpliendo con Cristo y haciendo como Él hizo, como Él enseña y como Él nos inspira en estado Espiritual. Y si Él nos indica que: ‘nadie que tenga luz puede esconderla bajo la almohada’ o’ ‘¡de qué sirve la sal sino sala a nada…? O ‘Id y proclamad la ‘Buena Nueva…la Nueva Ley de Vida´. O ‘Id y Bauticen en Mi Nombre’. Entonces, ¿nosotros callaremos nuestra doctrina Cristica?, ¿nunca daremos luz sobre los Evangelios? ¿jamás bautizaremos en Su Nombre? ¿Negaremos el Testimonio de Su Gracia y Salvación? Y ¿en lugar de cumplir nos echamos en nuestra comodidad individualista escondiendo tesoros que no nos pertenecen si no los repartimos no los usamos como Dios ha mandatado? ¿Haremos cómo nos plazca? ¿Someteremos a nuestra Fe y a Nuestra Consagración a los dictámenes de nuestra vanidad y egoísmo? ¿No será eso un proceder como lo advierte Pablo, al citar que:’ el perro vuelve a su vómito y el marrano lavado regresa a su lodo’?
Los Cristicos nos esmeramos por ser Personas Logradas en la Fe, de acuerdo con la Coherencia en nuestro discipulado de Cristo Dios. Y quien no aplica este gran propósito, aunque se diga cristico y pase por el Camino Espiritual Cristico: NO ES CRISTICO. Porque ‘Cristico’ no es una nominación: sino un Camino Espiritual que enfrenta sus escollos, da sus combates y logra llegar a la meta.
Los Cristicos No postulamos a la perfección humana, sino que a la plenitud del Espíritu. No combatimos al Mundo y su sistema: estamos en éste, pero no nos sentimos parte de sus engranajes y no participamos en sus tramas y anclajes. No tenemos por enemigos a otros seres humanos, incluso si nos atacan y odian, sino que tenemos un único Enemigo que en su maldad nos tiende trampas para hacernos apostatar.
Los Cristicos somos profundamente humanos en cuanto nos mueve la Compasión y la Misericordia, pero no transamos nuestra Espiritualidad a cambio de la jungla emocional, intelectual o mundana que nos arrastraría a lo ya conocido, que deriva en alejarnos de Dios.
Los Cristicos practicamos Ocho Virtudes que nos dan la base Moral de nuestro comportamiento.
Los Cristicos sembramos en las personas en base a una Ley del Creador: La Libertad. Y nunca impondremos la fe y sus bases por dogma o por teorías terroríficas o maneras coercitivas que socaven la Libertad de Conciencia y de Opción de todo Ser Humano.
Entendemos que el Hombre debe llegar a Dios LIBRE y COMPROMETIDO, es decir: Comprometido por Libre Opción y por Conciencia. Y por lo mismo: Entregamos y sembramos hasta dónde la persona esté dispuesta a recibir y a poner en práctica lo de este Camino; y no entregamos si no hay receptividad puesta en acción y si se falta al cumplimiento personal con un compromiso que debe ser libre y por Fe.
De este modo, no alzamos iglesia, ni construimos institucionalidad: sino que alzamos Personas desde su Espiritualidad, y construimos una Obra de Consagración para que el creyente abandone la creencia genérica y/o contaminada por las viejas fórmulas, y por fin asuma a su Persona como a la Fe que se hace Persona. A esto llamamos: el Encuentro Personal con Cristo. Porque entonces Cristo VIVE en la Persona de Fe. En su Coherencia. En su Verdad. En su Siembra. En su Herencia Espiritual.
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